Alcohol y normalidad: por qué una droga sigue siendo socialmente aceptada

Imagina que te ofrecen una droga que altera tu percepción, reduce tu capacidad de reacción, te puede generar dependencia y, en dosis elevadas, daña tu hígado, tu sistema nervioso y tus relaciones. Probablemente dirías que no, que eso no va contigo. Pero si esa misma sustancia viene servida en una copa de vino, en una cerveza fría o en un gintonic elegante, la cosa cambia. El alcohol es una droga, pero una que se ha vestido de traje social. Y eso hace que cueste mirarla de frente.

Como psicólogo en Valencia, muchas veces en consulta aparece esta paradoja. Personas que no se consideran consumidoras de drogas, pero que reconocen beber casi a diario. Personas que no entienden por qué les cuesta tanto dejarlo si solo es «una copa para relajarme». Personas que no relacionan sus bajones emocionales, su ansiedad o sus dificultades para dormir con ese vino de las ocho de la tarde.

La droga que se brinda en celebraciones

El alcohol está presente en casi todos los momentos de alegría: bodas, fiestas, cenas, brindis, reencuentros. Pocas sustancias tienen tanto prestigio social. Beber está normalizado hasta el punto de que no hacerlo requiere justificación. «¡Anda, no bebes? ¡Estás bien? ¡Estás embarazada? ¡Te pasa algo?». La presión social es tan fuerte que la abstinencia parece una rareza.

Y eso refuerza la idea de que el alcohol es inofensivo, o al menos, menos problemático que otras drogas. Pero la realidad dice otra cosa. El alcohol está relacionado con miles de muertes cada año, con enfermedades crónicas, con accidentes de tráfico, con violencias, con depresiones. Solo que lo hace en silencio, sin el estigma que acompaña a otras sustancias.

El alcohol como regulador emocional

Mucha gente no bebe para divertirse, sino para desconectar. El alcohol funciona como anestesia emocional. Relaja, desinhibe, hace que por un rato parezca que todo está bien. Pero ese efecto es engañoso. Porque cuando pasa el efecto, los problemas siguen ahí. Y a veces, incluso, aumentan.

El problema aparece cuando el alcohol se convierte en la estrategia principal para gestionar el malestar. Estrés, ansiedad, tristeza, soledad. Todo se tapa con una copa. Y cuando eso se repite a diario, no se nota de golpe, pero poco a poco va pasando factura. En el cuerpo, en la mente y en las relaciones.

Beber con normalidad no significa beber sin riesgo

Uno de los mitos más extendidos es que si no te emborrachas, no tienes problema. Pero el consumo de alcohol no es solo cuánto bebes, sino cómo y para qué lo haces. Puedes tener una relación poco saludable con el alcohol sin ser un bebedor excesivo. El simple hecho de no poder disfrutar de una comida, una reunión o una noche en casa sin una copa puede ser una señal de dependencia psicológica.

La tolerancia también engaña. Cuanto más bebes, más aguanta tu cuerpo. Y eso puede hacer que parezca que no pasa nada. Pero el daño se acumula. En el hígado, en el sistema nervioso, en la calidad del sueño, en la capacidad para gestionar emociones sin ayuda externa.

El alcohol y la cultura de la masculinidad

En muchas culturas, el alcohol está vinculado a la identidad masculina. Beber es «de hombres», aguantar muchas copas es «tener aguante», emborracharse es parte del rito social. Esto refuerza estereotipos de fuerza mal entendida, donde mostrar emociones o buscar ayuda se considera debilidad, pero beber hasta perder el control es aceptado.

Ese modelo daña a quienes lo siguen y a quienes los rodean. Porque impide hablar de lo que duele, pedir ayuda a tiempo, reconocer que hay un problema. Y porque tapa con cerveza lo que debería hablarse con palabras. Desde la psicología, trabajamos para romper esos patrones y crear espacios donde la vulnerabilidad sea una fortaleza, no una amenaza.

La publicidad que lo pinta bonito

Las campañas de alcohol muestran felicidad, amistades, playas, risas, libertad. Nunca muestran la resaca emocional, los problemas familiares, las decisiones impulsivas o la dependencia. El alcohol tiene una de las estrategias de marketing más efectivas y más engañosas de nuestra era.

Eso hace que mucha gente no vea el riesgo. Que empiece a beber muy joven. Que no se cuestione el consumo diario. Que lo vea como parte de la vida adulta. Pero la publicidad nunca es inocente. Y cuando lo que se vende es una droga, conviene mirar con más atención.

El alcoholismo funcional

Hay muchas personas que tienen una vida aparentemente normal: trabajo, familia, amigos. Pero cada noche, al llegar a casa, necesitan una copa. O varias. El alcoholismo funcional es invisible para muchos, incluso para quien lo sufre. Porque no hay escándalos, ni borracheras públicas, ni conductas extremas. Solo una dependencia suave, sostenida, que pasa desapercibida.

En consulta vemos muchos casos así. Personas que sienten que podrían dejar de beber, pero nunca lo hacen. Que se prometen «esta semana no», pero siempre hay una excusa. Que no sienten que estén «tan mal», pero no se sienten bien. Y que solo al dejarlo descubren cuánto afectaba a su estado de ánimo, su energía, su motivación.

Psicólogo en Valencia para revisar tu relación con el alcohol

No hace falta tocar fondo para pedir ayuda. A veces, basta con sentir que el alcohol ocupa un lugar que no quieres que tenga. Que lo usas para no sentir. Que te cuesta disfrutar sin él. Que te preguntas si podrías parar y no sabes la respuesta. Desde mi consulta de psicología en Valencia acompaño a personas que quieren revisar su consumo de alcohol sin juicio, sin etiquetas, con comprensión y con herramientas reales para sentirse mejor.

Beber no debería ser la única forma de desconectar. Ni la condición para pasarlo bien. Ni el refugio automático ante el estrés. Si el alcohol es una constante en tu vida, quizá ha llegado el momento de hacer una pausa, mirar hacia adentro y elegir conscientemente qué lugar quieres que ocupe. Tu bienestar emocional también pasa por ahí.

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Luis A. Castelló Psicólogo

Soy Luis A. Castelló, psicólogo, psicoterapeuta e instructor de Mindfulness en Valencia. Llevo más de 15 años acompañando a personas en su camino hacia el bienestar emocional. Estoy especializado en Terapia Gestalt, EMDR y Mindfulness, y mi enfoque es cercano, integrador y profundamente humano. Mi vocación nació desde mi propia experiencia personal en terapia, lo que me permite conectar de forma auténtica con quienes acuden a mí. Actualmente imparto sesiones, cursos y formaciones tanto presenciales como online.

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